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Artículos año 2005
Desde hace tiempo cuando se aproximan los finales de curso y si algún compañero o compañera nos muestra feliz algún regalo que le acaban de hacer sus alumnos, yo suelo decirles: ¡Me conformo con que no nos peguen! Hasta ahora era una forma entre irónica y exagerada de lo que tristemente se está confirmando en muchos casos en centros como el mío, en el que aún está siendo investigado el caso de agresión al vehículo de la Jefa de Estudios que sufrió las iras de algunos vándalos precoces, que no contentos con rayarlo, pincharon reiteradamente tres de sus cuatro ruedas, amedrentaron a uno de sus hijos y le dieron el final de curso más angustioso que ha tenido en su carrera profesional. Estos hechos están repitiéndose con cierta frecuencia y como si de una ruleta de la mala fortuna se tratase, este año se han cebado con el Instituto de Pedro Muñoz. Además de lo que ya se pueden considerar conflictos de disciplina ordinarios o de gravedad menor que, no obstante, inundan de partes escritos los despachos de los Jefes de Estudios y acaparan buena parte de su tiempo, por no decir la casi totalidad, luego están las salidas de tono de esos alumnos y sus familias que, lejos de hacer algo positivo sobre su comportamiento habitual, vienen después a quejarse porque se les ha aplicado el Reglamento con rigor. Y para colmo protestan a los servicios de Inspección que se desviven en comprobar que todo se ajusta a derecho en las formas y procedimientos aunque no mueven ni un dedo para tratar de solucionar las posibles causas y actitudes que hay detrás de esas conductas, ni para respaldar y asesorar a sus profesionales en el modo de enfrentarse a toda esta problemática. Para rematar las acciones, un grupo de estudiantes de Bachillerato intentaron sustraer un examen a la propia Jefa de Estudios en su Laboratorio, asaltándolo por una ventana. Y un amplio grupo de 4º de E.S.O. han dado un lamentable espectáculo por tierras gaditanas en la excursión que se realiza para festejar el fin de su escolaridad obligatoria: desperfectos en el hotel, malos modos en el trato, provocación a las personas de aquellas tierras, etc., amargura, en fin, para los profesores acompañantes que cambiaron unas supuestamente lúdicas y culturales jornadas por una interminable pesadilla a la que no pudieron poner fin anticipadamente por la propia insolencia del alumnado que encima les reprochaba su voluntariedad en acompañarlos, y ya de regreso al pueblo, las acusaciones de las familias que les recriminan su permisividad. ¡Ver para creer! La fractura está creada y si no llegamos a un pacto de responsabilidad compartida en la que todas las partes se comprometan a usar de sus derechos pero también a acatar sus límites y obligaciones, las consecuencias serán cada vez más desastrosas. Justo López Carreño Alcázar de San Juan, 28 de Junio de 2005 |
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