Artículos año 2007 DON JULIO MAROTO, UN GRAN PEDAGOGO

Posiblemente sin ser consciente de ello y sin dejar su condición de “francotirador” en todos los campos a los que prestó su dedicación y entusiasmo, Don Julio participó de los principios de la Escuela Nueva europea que no redujo sus soluciones a respuestas meramente didácticas sino que, al igual que sus líderes más destacados, recogieron el legado de Pestalozzi para entender que la conciencia humana es actividad y creación.

Al igual que el pedagogo italiano, nuestro ilustre alcazareño fue un gran creador en un momento de escasos recursos materiales acentuados por la trágica postguerra civil en la que llevó a cabo la mayor parte de su actividad educativa y sólo al final de su ejercicio vio publicados algunos de sus trabajos como “Geometría en recortes -Resumen Global-” publicado por la Exma. Diputación de C. Real en 1999, que tanta ilusión le produjo en su momento.

Como el norteamericano J. Dewey, participó del concepto pragmatista de la educación y la idea de enseñar por la acción, pues solamente la acción manual e intelectual promueve la experiencia y la educación no es otra cosa que una reconstrucción continua de la experiencia.

Fueron numerosas sus incursiones en el campo de la ecología, de lo que hoy se conoce como “conocimiento del medio” al que él dedicó tantas y tantas horas de disfrute, recuperación y defensa a pesar de ver cumplidos sus más siniestros presagios al contemplar la desaparición de nuestros ríos, especialmente su querido Záncara, o la arboleda de su entrañable Alameda de Cervera.

Para Don Julio, el aprendizaje intelectual debía estar producido por la curiosidad, cuyo estímulo debía tenerse en cuenta en la diversidad de las materias. Y el contenido de la enseñanza debía ser presentado en relación con las necesidades del mundo infantil, las cuales no aparecen de una manera fortuita, sino conforme al desarrollo que sigue la humanidad en su devenir histórico.

Si repasamos los principios básicos que introdujeron los teóricos de la Escuela Nueva en Europa: Ferrière, Claparède, Bergson, Montessori, Decroly… en cualquiera aparecen de forma rudimentaria pero efectiva los practicados en su proceder por nuestro admirado pedagogo.

En la recientemente publicada obra "la Educación en Castilla-La Mancha en el siglo XX (1900-1975) coordinada por Mª del Mar del Pozo Ortiz, se alude al premio que ganó en el concurso nacional de "Cuadros Horarios Semanales" convocado por Resolución ministerial del 12 de mayo de 1959, presentando una distribución de espacios y tiempos para la escuela unitaria que, si bien no consta que aplicase en la suya, era ciertamente novedosa. Seguía agrupando a los niños en tres grados, pero, junto a las materias tradicionales, introducía experiencias como la lectura del periódico y de la prensa infantil, las actividades manuales, cine y proyecciones en "la hora en blanco", visitas y excursiones, trabajo autónomo, "clase activa"... etc.

Personalmente sólo tuve una experiencia directa como alumno cuando me vi en la necesidad de aprobar el Dibujo Geométrico que entonces formaba parte como asignatura de 5º de Bachillerato de aquel plan de estudios. Recuerdo que Don Julio me mantuvo los dos escasos meses de verano haciendo figuras desde las perspectivas cónica, caballera y axonométrica. Aún hoy no he perdido del todo la noción de las mismas pese al tiempo transcurrido.

Por otro lado, y ya en un terreno puramente anecdótico, Don Julio fue un gran aficionado al fútbol y allá por los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, contribuyó como entrenador y dirigente al auge de este deporte entre la población escolar y adulta alcazareña. Curiosamente, mi padre, que aparece a su izquierda en la foto del Gimnástico C. F. de entonces que ilustra este artículo, siempre le ha recordado en numerosos lances, tanto deportivos como educativos, como el que sucedió cuando siendo su alumno de la “escuelilla” trinitaria y no sabiendo como solucionar un problema aritmético, se atrevió a decirle:

- Esto nos lo manda porque ni usted mismo es capaz de resolverlo. Y Don Julio tuvo la ingenuidad pedagógica y el amor propio de hacerlo delante de sus alumnos dándoles así una lección no ya de matemáticas sino de dignidad profesional y dedicación.

¡Cuántas veces lo recordarían después juntos y entre bromas!

Justo López Carreño
Alcázar, 16 de febrero de 2007

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