Artículos año 2007 PECADOS Y DANZANTES EN CAMUÑAS

Nos invitó Juan Garrido, que ha vuelto a ejercer su magisterio en la toledana población camuñera, a participar en la fiesta del Corpus Christi que tiene una celebración especial y pintoresca con los Pecados y Danzantes. Y allí nos dirigimos aquella mañana con Rosa, Ana y Gonzalo dispuestos a conocer estos festejos que vienen de la profundidad del tiempo, como reza en el folleto explicativo.

Y desde que llegamos pudimos apreciar el rumor constante de la percusión rítmica que invade el aire durante toda la jornada. Dos grupos diferenciados intervienen en la representación: Los Pecados, de porte altivo y larga vara, cuyas caretas astadas delatan su maléfica misión y Los Danzantes, de aspecto más humilde y careta nariguda que tienen a su cargo la encarnación de las virtudes y de las almas benéficas.

La gente ya estaba esperando la salida de la misa llenando una discreta tribuna situada en uno de los laterales de la plaza del reloj, mientras los Pecados rodeaban en semicírculo la puerta de la iglesia y arrastraban sus palos y aullaban tras escuchar un disparo de salvas.

Una vez en la calle y ante la presencia de la custodia. Los Danzantes ejecutan su danza más trascendental “tejiendo el cordón” guiados por la Madama, que simboliza La Gracia, es estado que agrupa todas las virtudes, el fin de los caminos erráticos del alma y la última puerta para su trascendencia.

Después, con cada uno de ellos, baila una danza intensa y frenética, por cuya virtud el alma asciende al estado de pureza y haciendo flamear un pañuelo blanco, exterioriza su profunda alegría. Los Pecados permanecen apostados y acechantes tras las filas de las fuerzas benéficas.

Después continúa la procesión por las calles del pueblo, engalanadas con pinturas en el suelo e impregnadas de hierbas aromáticas como el tomillo que desprende su continuo vapor. En ese marco se suceden carreras de los Demonios que frenan el estandarte y la cruz, a cuyos pies caen derrotados el maligno y sus embajadores y otra vez hasta el fin de los tiempos.

Y estas escenas se repiten sucesivamente entre el acaloramiento de los actores, la tediosa impaciencia del público local y la curiosa admiración de los turistas novatos que, como Rosa, toman nota de una de las muestras más singulares de celebración humana, para estudio de los antropólogos.

Y los demás, deseando que llegue la hora del “puñao”, es decir, que se abra la casa donde obsequian a toda la comitiva a tomar un tentempié de frutos secos acompañados por zurra. Y en el mejor de los casos, iniciar un nuevo periplo de paradas por las guaridas locales para reencontrarse con el zumo de uva fermentado con el que acompañar algunas raciones de supervivencia.

Justo López Carreño.

Camuñas, 7 de junio de 2007

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