Artículos año 2010 UN ABRIL CON AGUAS MIL

No puedo dejar de pasar en mi memoria, antes de que el recuerdo se vaya diluyendo, que el año 2010 será recordado por la espléndida imagen de las aguas superficiales inundando toda nuestra comarca de forma inusual y espectacular.

Haciendo uso de mi particular afición a la bicicleta, como vehículo para el desplazamiento y para el deporte, he recorrido, solo o en grupo con amigos, los distintos parajes en los que las aguas han vuelto a sus cauces e incluso a otros donde una acertada recuperación del entorno, ha permitido que veamos zonas inundables que creíamos casi ficticias. Me refiero expresamente a las llamadas Tablillas del Záncara, que se forman cerca de la finca conocida como el Destete y próxima a la junta de los ríos Záncara y Gigüela.

Para llegar a las referidas Tablillas se construyó una senda ecológica, salteada de árboles, cuyo origen se sitúa en la vía de servicio de la Autovía de los Viñedos, muy cerca de la rotonda de acceso a la N – 420 en su salida hacia Herencia y que continúa siguiendo el curso del canal de desagüe de la depuradora hasta encontrarse con los ríos. Algunas de las fotos con que ilustro este canto de la calle son un fiel reflejo de cómo se encontraba esta zona en los momentos de mayor abundancia de aguas, posiblemente en una imágenes que, sorprendentemente, además de inusuales puede que sean irrepetibles.

Pero no sólo este paraje novedoso y felizmente recuperado ha sido motivo para el gozo y el asombro de sus visitantes. Las cercanas Lagunas de Ruidera han permitido que la presa de Peñarroya tenga que evacuar su excedente de agua y, consiguientemente, ésta haya llenado el Canal del Gran Prior con una fuerza y caudal que no se recordaban por los más antiguos del lugar.

Por otro lado, la tradicional sequía que afecta a nuestros ríos más cercanos, como el Záncara y Gigüela, han permitido que ambos vean de nuevo correr agua por sus cauces aunque con desigual caudal y duración. Mientras el Gigüela sigue todavía con un buen volumen, el Záncara, quizás por su numerosas filtraciones al subsuelo, dejó de correr en escasos días. A pesar de ello, la visión de los dos en el momento de apogeo y las fotos tomadas como testimonio, serán ya un referente de que fue una realidad y que sólo las malas políticas, desarrolladas sin rumbo definido y con escasa voluntad de poner freno a los desmanes de los riegos irracionales y otros abusos contra natura, además de una gestión poco eficaz de la planificación en este sector, han llevado a que nos perdamos para siempre estos bienes que hemos comprobado que eran reales.

Los humedales, santo y seña, entre otros atractivos para un turismo creciente en nuestra zona, se han visto reforzados por el incremento de las aguas que han alcanzado niveles tan superiores a la media. Y como consecuencia de ello, las aves migratorias, entre las que destaca el flamenco por su vistosidad, han recalado cada vez con más frecuencia y abundancia en las lagunas habituales y en las que se han formado espontáneamente como fruto del aumento y llegada de agua inesperada.

Mención especial también para las Tablas de Daimiel, que no deja de ser el exponente más conocido y divulgado de todos estos ecosistemas y al que dábamos por muerto o al menos como enfermo agonizante. No sabemos si esta resurrección será nuevamente temporal, o volverá a su crítico estado anterior porque las medidas tomadas para su protección no surtan el efecto deseado, pero, al menos, hemos podido verlas de nuevo casi como en sus orígenes y, ciertamente, son un paraje maravilloso, que merece seguir siendo reserva mundial.

No quiero olvidarme, finalmente, de las permanentes zonas húmedas que nos rodean. Me refiero a las lagunas o humedales que sirven de pasillo hasta llegar a las de Villafranca de los Caballeros (La Veguilla, Las Yegüas, Caminos de Villafranca) así como las que aparecen en la zona este de nuestro término como son las de Pajares y Salicor. Todas ellas han estado rebosantes de agua y plagadas de aves que han realizado sus ciclos migratorios sirviéndose de ellas.

Esta vez sí, se cumplió el refrán de ver un abril con aguas mil, pero no porque cayesen muchas y en poca cantidad, sino porque durante este mes pudimos contemplar la acumulación que el invierno dejó en todos nuestros suelos.

Justo López Carreño. Abril de 2010.
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