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Artículos año 2015
Berlín
![]() Gracias a la iniciativa de la compañera orientadora Elvira, que anualmente se preocupa por iniciar algún viaje para los asociados y personas cercanas, esta vez nos animamos a participar de la oferta que nos llevaría a Berlín durante cuatro días, los correspondientes a las celebraciones del Carnaval en nuestra España carnavalesca. ![]() Berlín se nos mostró como una ciudad escasa de luz para poder apreciar en esta primera toma nocturna la inmensidad de sus dimensiones, la amplitud de sus calles y avenidas durante algo más de media hora que duró el trayecto hasta el Hotel Park Inn, situado en Alexanderplatz y que nos recibió como si de una pequeña urbe multirracial se tratara, en sus cuarenta plantas de habitaciones y salas dispuestas en un gigantesco prisma. ![]() La primera jornada comenzó a bordo de un autobús con guía contratado para hacer un recorrido panorámico de lo más representativo de la ciudad. El guía, de nombre Marco Antonio, argentino de origen pero germanizado desde hace muchos años, nos fue explicando las zonas al paso, deteniéndose y parando en aquellos lugares de especial relevancia. Un primer paso por la llamada Isla de los Museos, así llamada por los importantes recursos patrimoniales que encierra y por su situación rodeada del rio Spree y sus brazos de agua canalizados. ![]() Paso inicial por el monumento al holocausto, que luego visitaríamos con detenimiento algunos, para llegar a la siguiente parada en la Puerta de Brandenburgo, antigua puerta de acceso a la ciudad, sede de diversos episodios y celebraciones populares y símbolo de la ciudad berlinesa e incluso de la propia nación alemana. Situada en la Plaza de París, en la principal arteria de comunicación de la población y con una visión que le otorga profundidad y lejanía. No percibimos agobio. Turistas si que había, lógicamente, pero no en el número ni el estilo atosigante que presiden otras referencias de estas dimensiones. Aquí empezamos a tomar conciencia de que uno de los rasgos más sorprendentes de Berlín es la falta de agobio y la amplitud de horizontes en todos sus rincones que le otorgan un plus de placidez en la visita. ![]() Finalizado el recorrido, contactamos por primera vez con la gastronomía germana en el Hofbräu Berlín, un restaurante típico, cercano al Hotel, amenizado por dos pintorescos músicos en directo y donde empezó a correr la cerveza en sus múltiples modalidades. También las salchichas y el chucrut hicieron aparición en los platos de los comensales que nos dispusimos en las mesas corridas como los antiguos mesones, que ya no son habituales en nuestra tierra manchega. ![]() Regresando hacia la zona del hotel, pasamos por el barrio judío y pudimos contemplar los escasos restos que quedan de sus orígenes así como algunos de los comercios remozados que ocupan gran parte del mismo. El cansancio acumulado se generalizó en la expedición con el deseo de recuperar fuerzas para la siguiente jornada. Hubo quien no entendía ese deseo por ser sábado y estar en Berlín, pero el organismo no entiende de geografía ni de historia, únicamente emite señales de agotamiento y llama a satisfacer lo más básico. Es preferible reponer energías antes que andar dormitando bostezos sosteniendo una copa en cualquier garito de dudosos atractivos. La siguiente mañana del domingo 15 nos esperaba una excursión programada a la ciudad cercana de Potsdam. Madrugamos para tomar el autobús y la compañía de Marco A. el guía contratado de la primera jornada. Potsdam es una especie de Aranjuez para Madrid, es decir, un núcleo residencial rural que fue progresivamente urbanizándose por los diferentes reyes prusianos hasta convertirse en un conjunto declarado en 1990 Patrimonio Cultural por la UNESCO. ![]() Finalizada la visita y reencontrados con el resto del grupo, que estaba algo molesto por el parón registrado y el frío reinante, nos dirigimos a recorrer el resto de la ciudad, especialmente el barrio holandés, en uno de cuyos pintorescos establecimientos tomamos un reconfortante chocolate en taza acompañado de bizcocho. Fue la mejor manera de recomponer el clima. Continuando con la visita llegamos finalmente a una inmensa plaza en donde decidimos hacer una comida ocasional al aire libre sentados en unas escalinatas y calentados por el tímido pero abundante sol de la jornada. Más tarde tomamos café en otra zona interior acristalada antes de tomar un tranvía que nos llevó hasta la estación de Potsdam en donde tomamos nuevamente el tren de regreso hasta Berlín. ![]() El lunes lo dedicamos nuevamente a ver algunos de los museos de la Isla. Concretamente el Neues Museum, otra impresionante muestra de las colecciones que se albergan en este mágico entorno berlinés. Especialmente destacan tres piezas que por sí mismas justifican la visita: el busto de Nefertiti, de una belleza serena y cautivadora, protegido tras una urna y custodiado por dos personas permanentemente. Luego la estatua dorada del joven de Xanten, rescatada por las fuerzas aliadas, posiblemente tras la huida de los alemanes tras su derrota en la 2ª Guerra Mundial y que representa a un joven servidor de la época romana cuando Germania era una de las provincias del Imperio. Por último me llamó la atención el Golden Hat o sombrero de oro, una pieza singular que probablemente fue construida como un calendario lunisolar con un largo y esbelto eje cónico y un pie convexo diferenciado decorado con trazados motivos aplicado con pequeños sellos y las ruedas. ![]() A media tarde volvimos en metro hacia el barrio de San Nicolás, próximo ya al hotel, con el fin de visitar lo más representativo del mismo. No hay ni un solo edificio original puesto que fueron destruidos en la guerra. Su reconstrucción casi como decorativa con edificios prefabricados hicieron que los berlineses llamaran al conjunto “Disneylandia socialista” y lo único que queda original son las dos torres gemelas de la iglesia más antigua de Berlín, la Nikolaikirche del siglo XIII. ![]() Llegó finalmente el día de la despedida, el martes 17 de febrero y con ello la necesidad de optar por cerrarlo con alguna actividad interesante. Ciertamente que lo logramos, al menos desde mi particular visión de lo que supuso la visita al Monumento al Holocausto, inaugurado el 10de mayo de 2005 y que se compone de 2.711 estelas de granito que ocupan 19.000 m2. La intención de los autores es compleja. No se trata de tumbas, sino de un conjunto de estructuras, calles, bloques de distinta altura y grosor, suelo irregular adoquinado con distintas inclinaciones y todo ello para dar la impresión de lo que supuso aquellos hechos para los judíos exterminados: desorientación, incertidumbre, dudas, sentimientos de no saber a dónde dirigirse ni qué camino tomar. ¿No es esto lo que sigue ocurriendo con los humanos en muchas circunstancias trágicas que se repiten? ![]() Superado el emotivo trance del monumento al holocausto, seguimos por la zona recorriendo las cercanías de la catedral, la Sala del Silencio, en los bajos de la misma y tratando de encontrar gorros de recuerdo de la visita como símbolo de una de las mejores piezas para combatir el frío reinante. Algo se consiguió. Luego, despedida gastronómica, junto a Mª José y Luisma, acariciada por la publicidad que nos hizo la guía sobre el local “Zur Gerichtslaube”, donde pudimos saborear el célebre codillo asado acompañado de chucrut, puré y mostaza, además de sendas cervezas de distinto tipo. Fue el broche particular a una estancia que rematamos con el camino de vuelta al hotel y al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso, no exento de turbulencias, que nos dejó en la T-4 madrileña antes de retornar en autobús a nuestras respectivas localidades. Bien. ![]() Justo López Carreño Febrero de 2015 |
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