Artículos año 2022 PRESENTACIONES -


Si el año 2021 estuvo marcado por las publicaciones que tenía finalizadas o en preparación, el que ahora se inicia culminará la ronda de presentaciones del libro biográfico sobre Vicente Paniagua que está siendo el más difundido por razones obvias.

La primera de las presentaciones se produjo en Alcázar de San Juan el 4 de diciembre de 2021, dado que la fecha era necesario acordarla con antelación y ya se había producido un retraso considerable debido a los avatares de la pandemia.

El acto tuvo lugar en el marco del pabellón Vicente Paniagua, dedicado al protagonista de la biografía, dado que con ello queríamos expresar el simbolismo entre ambas realidades, es decir, que se presentase la biografía en la sede simbólica del biografiado.



Realmente es un escenario espléndido en cuanto a ubicación, amplitud y perspectiva baloncestística como fondo decorativo del acto, si bien no contábamos con la crudeza del frío ambiental que tuvimos que soportar estoicamente las más de cincuenta personas que protagonizamos la cita y que restó el necesario clima de bienestar durante la misma. Pese a ello, la buena labor del conductor del mismo, Carlos Abengózar, periodista y amigo que realizó una magnífica presentación de los protagonistas y de la importancia de la obra de cara a las futuras generaciones, dando pie a la siguiente intervención del concejal de deportes de la corporación alcazareña, Javier Ortega, quien aludió a esos mismos valores de conservación de la memoria colectiva como un bien intemporal así como resaltando mi labor de investigación para lograrlo. Tampoco quiso dejar de lado el elogio personal hacia mi persona de la que guarda buenos recuerdos como exalumno en su etapa escolar.



Por mi parte expresé la importancia de haber llegado al termino de este trabajo investigador porque creo que en el futuro nos servirá para poner de manifiesto que las cosas no son como son, sino como se recuerdan y que la memoria hay que protegerla, cuidarla y honrarla. Jamás guardarla en el baúl de los recuerdos. Es un acto de justicia para saber de dónde venimos.

Otra de las reflexiones que quise dejar patentes en esta primera intervención fue la de que si consideramos que en el medioevo las ciudades se afanaban en construir catedrales como medio de perpetuarse y mostrar prosperidad y dominio, en nuestros secularizados tiempos actuales, el reto es construir pabellones y grandes superficies comerciales para llenar el ocio con deporte y consumo. No es casual, que en nuestra ciudad, dos de estos pabellones, los más grandes, se dediquen a dos baloncestistas históricos: A. Díaz-Miguel y V. Paniagua.



También aclaré que parte de los beneficios de la venta de este libro, financiado con la ayuda del Ayuntamiento de Alcázar y la Diputación de Ciudad Real y con mi propia aportación personal irían destinados a la ONG “Comparte” en cuya estructura en Honduras tengo apadrinado a un niño desde hace veintiún años. Por tanto, la obra posee un carácter solidario con el que espero contribuir aportando una colaboración extra.

Después de todo lo ya reflejado, V. Paniagua tomó la palabra para ir exponiendo las diversas sensaciones que ha tenido durante los años de elaboración de la obra sobre su propia vida y en la que se fue sintiendo como quien acude a un psicólogo a desentrañar su pasado de forma terapéutica, contribuyendo a liberarse de numerosos episodios que quedan residuales en la conciencia del recuerdo y cuya exposición ayuda a canalizar de forma sanadora y positiva.

También en el mismo acto, dos miembros de la Federación de Baloncesto de Castilla-La Mancha, Santiago Leal y Javier Arráez, aprovecharon para hacer entrega a Vicente del nombramiento como Presidente de Honor de dicha Federación, mediante un objeto simbólico.



El debate continuó entrando ya en el terreno anecdótico y fueron numerosos los relatos que se fueron sucediendo, incluso con intervención de algunos de los presentes aludidos que se encontraban entre el público y a los que únicamente disolvió definitivamente fue el ya mencionado frío ambiental que frenó la prolongación del emotivo acto.



CIUDAD REAL

A los pocos días de la presentación en Alcázar de San Juan, el siguiente jueves 9 de diciembre tuvo lugar la segunda en la sala de conferencias de la Residencia Santo Tomás de la capital provincial.

La buena tarea previa de mi amigo Antonio Víctor Rivas, compañero también en la etapa como jugadores de Vicente en el Renfe de C. Real facilitó la organización, la convocatoria y la realización del acto en el ya mencionado marco de Santo Tomás.

Antonio Víctor, al que acompañábamos en la mesa los dos protagonistas del libro, condujo la introducción y los diálogos posteriores haciendo un ejercicio de rigor en la descripción de mi persona y mi trayectoria en los diversos planos o facetas de mi formación y de mis tareas profesionales o vocacionales para terminar entrando en los motivos que me llevaron a la investigación de la figura de Paniagua como ídolo de mi infancia y posterior jugador en la elite del baloncesto.

Especialmente curiosa fue la narración sobre diversos aspectos de su paso por el baloncesto de Ciudad Real formando parte del C. B. Renfe como entrenador-jugador una vez que se produjo la retirada del Real Madrid y en la que aparecieron algunos de los recuerdos más vinculados al escenario y las personas, que en número de una treintena, asistían presentes en la sala.



También destacó la importancia de un valor en desuso actualmente, por parte de V. Paniagua, que fue la fidelidad a su club. Al finalizar sus años de gloria no recabó en otro club de 1ª División para no enfrentarse a sus compañeros. Cambió de registro y prefirió apoyar al baloncesto de su región; como jugador de un equipo de la capital y trabajando por la promoción de este deporte creando Escuelas de Baloncesto por la provincia y organizando campus de verano, que tanto han favorecido el desarrollo de este deporte.

Dos actuaciones pioneras en el baloncesto respecto a otras modalidades deportivas han sido la creación de Escuelas de Baloncesto en la provincia, como la que dirigió en Ciudad Real y que encargó a sus jugadores de confianza (Antonio Peñuela, que estuvo presente en la sala, y al añorado y estimado Juan Ledesma). Y en segundo lugar la implantación de los Campus de Baloncesto de verano, para la promoción y formación de jóvenes promesas.



A continuación, el propio Vicente tomó la palabra para transformar los recuerdos y vivencias en material para el debate, comentando la diferencia de mentalidad de jugar en nuestra tierra, junto a sus paisanos, y recibir las críticas cuando no se lograban los objetivos propuestos, pese al auge que adquirió el baloncesto en la capital y que posteriormente no se ha vuelto a repetir hasta la actualidad.



El acto terminó con la firma de ejemplares a varios de los asistentes al mismo que se mostraron agradecidos por el trabajo que ahora queda así plasmado y sobre todo al grupo de jóvenes que integran la cantera de equipos de Ciudad Real, quienes acompañados por sus entrenadores vivieron estos recuerdos como un ejemplo de cómo se forjan las verdaderas leyendas.



MADRID

El 22 de abril de este mismo año tuvo lugar la presentación del libro en Madrid en la Biblioteca Pública Municipal "Eugenio Trías" situada en el Parque del Retiro, en lo que durante mi infancia fue la Casa de Fieras o zoológico que albergó durante algunos años el triste espectáculo de contemplar animales en cautividad con escasa energía y un entorno presidiario lamentable. En aquellos años visité este lugar de la mano de mi tío Raúl Carreño, que vivía en las cercanías del mismo y más en concreto en la calle de Lope de Rueda, 40.

En la actualidad es un magnífico centro cultural, cuyo principal cometido es proporcionar un rincón de lectura en un entorno de lo más agradable, rodeado de jardines y luminosidad y con varias salas para ofrecer presentaciones como la que nos ocupa en una zona dotada de audiovisuales, muebles clásicos de ambiente académico y una capacidad para unas setenta personas, que eran aproximadamente las que acudieron al acto. Para mi era un reto importante porque Madrid siempre marca la exigencia y altura de los grandes acontecimientos.

Como dicen los taurinos, el bautismo principal se logra cuando uno torea en La Ventas o en la Maestranza de Sevilla. En lenguaje ciclista diríamos que uno no se consagra como tal mientras no participa en el Tour de Francia, que es la prueba en ruta por etapas más grande del panorama de las dos ruedas. Y así me lo tomé yo en cierto modo, intentando estar a la altura de público y escenario y aún más al percatarme de la presencia de un equipo de Real Madrid TV que se desplazó exprofeso para cubrir la información.



También ocurrió que, tras un aplazamiento previo a consecuenca de la pandemia, la nueva fecha fijada resultaba obligada a cumplirse dado el despertar de celebraciones y eventos que han comenzado a proliferar. Por otro lado, la presencia de determinados personajes estaba condicionada por la clasificación del equipo madridista de baloncesto en la Euroliga. Casualmente el sorteo deparó finalmente que había de disputarse el segundo encuentro de la serie esa misma tarde sobre las 21 horas. Por tanto, algunos de los protagonistas del acto debían aligerar sus intervenciones y salir raudos hacia el Palacio de los Deportes, no muy lejano en su ubicación.

Tras unas braves palabras de Vicente, como protagonista del relato y mentor de mi persona para el público que me desconocía, minoritario dado que gran parte del mismo lo formaban miembros de mi familia y otros allegados que residen habitualmente en la capital de España, di paso a la lectura del texto que literalmente reproducco a continuación:

Buenas tardes.

En primer lugar, queremos agradecer muy sinceramente vuestra presencia aquí en este acto en el que además se dan cita muchas personas naturales o vinculadas con Alcázar de San Juan que residen ahora en Madrid y contribuyen a ese aluvión humano que nutre desde siempre la composición de la capital de España.
Quizá aquí y ahora tenga más sentido que nunca aquella expresión del mítico presidente del Real Madrid, D. Santiago Bernabéu, cuando dijo que Madrid no había dejado de ser un poblachón manchego.

También nuestro agradecimiento a los responsables de la B.P.M. “Eugenio Trías” por acogernos y darnos facilidades para poder llevar a cabo este acto.

Hoy nos asomamos a Madrid para hacer la presentación de un libro biográfico de alguien que hace ahora casi sesenta años se atrevió a desafiar al destino, tomar un tren junto a su amigo Manolo Mazuecos, y presentarse a lo que hoy sería un casting baloncestístico en el entonces emblemático Frontón Fiesta Alegre, cuando los frontones acogían la celebración de los primitivos partidos de este deporte.

Y también casi sesenta años después, yo he cometido el atrevimiento de escribir su biografía, quizá motivado, como muchos manchegos, por esos impulsos quijotescos que nos animan a emprender empresas de las que no sabemos cómo saldremos de bien o mal parados y si los encantadores, como le sucedió a Don Quijote, nos trasladarán a un mundo irreal que tomamos por auténtico, pero que, en cualquier caso, “bien podrán ellos quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”. (D. Quijote Cap. XVII 2ª parte).



Los motivos de emprender este relato biográfico quedan expresados en la introducción, pero no quiero dejar de citar una reflexión que me ratificó en mis pretensiones: “En la historia de las personas la de su infancia y adolescencia importa mucho, sobre todo cuando se trata de artistas, los cuales casi siempre siguen teniendo mucho de niños y adolescentes” (Leopoldo Alas ‘Clarín’) y Vicente tuvo mucho que ver y aportar en mi infancia creando un mágico universo de aspiraciones en torno al baloncesto y “ayudando a mi memoria a tejer en secreto su insomne tarea novelesca” como dijo A. Muñoz Molina.

Hay que ser muy bueno para acompañar a los mejores” dice su amigo y compañero de tertulias televisivas, Siro López, en el prólogo, parafraseando también a lo que ya aparecía en El Quijote cuando Sancho le responde al eclesiástico : “júntate a los buenos y serás uno de ellos”. (El Quijote, Cap. XXXII ).



Vicente resulta ser heredero de sus dos abuelos, de estaturas diferentes y hasta antagónicas y dos economías que fraguaron la riqueza alcazareña en los dos últimos siglos pasados, la agropecuaria y la ferroviaria. De familia trabajadora y sencilla, que escuchaba la radio como gran entretenimiento y que se dejó seducir por las melodías de Manolo El Músico, que se filtraban por las paredes de su piso en El Pasaje de la Plaza de España de Alcázar y le marcaron para lo que sería su otra gran afición, los grupos musicales.

Antes de todo ello, tuvo que superar su etapa de escolarización, en esa metafórica escuela de palomas que los PP. Trinitarios regentaban en sus instalaciones, dejándole su impronta como a otros muchos jóvenes de su generación: abundancia de ejercicios espirituales, una triste Primera Comunión y algunas promesas inalcanzables que solo se hicieron realidad cuando tuvo ocasión de visitar Nivzni Nogorov, descubriendo que el Correo del Zar de Miguel Strogoff no era sólo un invento literario.

Entre migrañas molestas y batidos caseros de huevo con vino quina por recomendación de su abuelo materno se fue configurando su especial corpachón, que le favorecería para la práctica de ese innovador deporte que algunos pioneros, entre los que se encontraba el malogrado legendario seleccionador nacional Antonio Díaz Miguel, jugaban ante el Ayuntamiento de la Plaza de España de Alcázar, a escasos metros del domicilio de los Paniagua y, al poco tiempo, disputando una fase de ascenso a la 1ª División de baloncesto (Hoy ACB) que fue todo un hito en la consolidación de este deporte en la localidad manchega.

Poco tiempo después llegó el salto a Madrid, mezcla de interés, ambición y suerte, gracias al buen ojo de Manuel Villafranca que supo ver en él un jugador con muchas cualidades como para incorporarlo al Real Madrid juvenil, donde resultó ser un caso insólito rodeado de jóvenes madrileños, pero que puso de manifiesto algo que nos ha recordado recientemente la portavoz del actual gobierno de España, Isabel Rodríguez, manchega de nacimiento, cuando ha dicho que “más allá de la M-30 hay vida inteligente”.

Madrid le ofreció todo lo que un joven necesita para vivir un sueño hecho realidad: entrenamientos serios, posibilidad de estudios, dinero y estancia asegurados e incluso llegar a compartir sauna con mitos como Di Stefano y Puskas cuando estaban ya en la recta final de sus carreras bajo la disciplina blanca. Tanta emoción acumulada le llevó a sellar sus sentimientos besando el suelo del frontón Fiesta Alegre como símbolo gozoso de agradecimiento a lo que la vida le deparaba.

A partir de ese momento llegó un carrusel de victorias y títulos, de compañeros importantes con los que seguir aprendiendo y disfrutando, en definitiva, llegando a esa apoteosis que se hace breve en el momento pero larga, muy larga, en el recuerdo. Con tan solo un paréntesis motivado por el Servicio Militar en tierras canarias que hoy concita un cúmulo de sabrosas anécdotas, pero que en su momento le supusieron muchos ratos de amarga desazón.



Entonces apareció la figura de D. Raimundo Saporta, que tanto influyó en aquella generación de jugadores. Porque él le facilitó el regreso anticipado de la mili, como le administró sus ahorros e inversiones o le fijó la fecha de su boda, apuntalando las bases de una vida que quedaría definitivamente encauzada pese a que su inquebrantable afición musical, que siempre latió en su ánimo, le permitiera decir al referido dirigente madridista que lo había rescatado de dudosas y peligrosas conductas.

Fue tal el apabullante dominio del Real Madrid en el baloncesto hispánico de aquellos años que Vicente acumuló once dobletes de Liga y Copa en trece años de pertenencia al Club. Se cumplió la sentencia de Pedro Ferrándiz que le aseguró que permanecería en el equipo blanco mientras él fuese su entrenador y despertó finalmente del sueño en mayo de 1977 al tiempo que alzaba la Copa de España tras la victoria sobre el F. C. Barcelona por 97 – 71, anotando la última canasta del partido como capitán del equipo antes de que sus compañeros lo pasearan a hombros por la pista del pabellón de Palma de Mallorca.

Se dice en el capítulo I del Lazarillo de Tormes que “Lázaro, como estaba hecho al vino, moría por él”. Eso mismo le ocurrió a Vicente con el baloncesto tras su cese en la alta competición. Buscó diferentes destinos, sopesó nuevas alternativas y, finalmente, llevado por el apego a su tierra manchega fue por lo que se enroló en el equipo ferroviario del Renfe de Ciudad Real. Allí vivió una fase de aclimatación a sus nuevas expectativas que fueron oscilando entre la progresiva retirada como jugador para ir dando paso a sus labores como técnico, como enseñante divulgador y como directivo gestor de los órganos baloncestísticos.



Sin perder sus vínculos con sus numerosos amigos y rivales, sus contactos con los organismos federativos y otras instancias de un deporte que tenía que acomodar sus estructuras a la nueva España democrática y autonómica consiguió ser un importante impulsor en su tierra de los Campus y Clinics para divulgar las buenas prácticas, ser elegido concejal (UCD) para influir en el deporte local o asociarse, con desigual fortuna, en el negocio de un gimnasio pionero en el que invirtió buena parte de sus ahorros e ilusiones. Aquí comenzó a hacer posibles esas intenciones que posteriormente expresaría el seleccionador Pepu Hernández al recibir el Premio Príncipe de Asturias cuando afirmó: "Ba-lon-ces-to equivale a educación, generosidad, solidaridad, trabajo en equipo, talante y tolerancia. Son valores que preparan a un jugador para el futuro”.

Su supervivencia quedó asegurada como empleado de banca, reclamo indirecto de clientes admiradores, complementada por sus actividades docentes, incursiones en el entramado federativo y en la creciente necesidad de consolidar y promocionar un deporte cada vez más arraigado en la cultura social de nuestro país, junto a su permanente inclinación hacia labores periodísticas radiofónicas y televisivas.

En todo ese torbellino mezcla de intereses políticos, económicos y deportivos, vivió su segundo momento de apogeo al convertirse en Presidente de la FBCM, recientemente nombrado Presidente de Honor, tras dirigirla durante cuatro mandatos no exentos de tensiones y previos a una etapa de irregularidades provocadas por algunos de sus antiguos colaboradores.

Pero Vicente supo nadar y guardar la ropa sobreviviendo a una etapa en la que, como acertadamente analizó su compañero J.A. Corbalán en su magnífica autobiografía “El baloncesto y la vida”: “el mundo financiero ha corrompido las aguas de una política orientada al bien común” (Pág. 298).

Prueba de que la figura de Vicente ha merecido la consideración positiva de gran parte de sus conciudadanos han sido, por un lado, la dedicatoria a su persona del mayor y mejor pabellón polideportivo de la provincia de Ciudad Real y, por otro lado, el título de Hijo Predilecto de su localidad de nacimiento, Alcázar de San Juan, en ambos casos por unanimidad de los miembros de la Corporación Municipal.

Por eso he querido reivindicar su figura con esta biografía y decir con Don Quijote:

- Loado sea este caballero deportista “en este mal mundo que tenemos, donde apenas se halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería” (D. Quijote, Cap. XI. 2ª parte).

¡Muchas gracias!



Una vez finalizada esta mi presentación, dimos paso a las intervenciones espontáneas del público asistente, que fueron acaparadas mayoritariamente por sus excompañeros de equipo, entre los que se encontraban nombres como Vicente Ramos, Cristóbal Rodríguez, José Manuel Beirán, Fernando Romay, José Luis LLorente y el hijo del histórico delegado del equipo Francisco Amescua. También formaban parte de este histórico y prestigioso elenco de figuras del baloncesto, el exseleccionador Pepu Hernández, que pronunció unas entrañables palabras hacia Vicente, así como el presidente de la Federación de Baloncesto de Madrid, Santos Moraga, el sobrino de Florentino Pérez, You, y el periodista y escritor Adrián Vogel, que posteriormente publicó una entrada en su blog que figura al pie de este relato.

Sentí la falta de voz de los familiares, amigos y otras personas de mi entorno, así como agradecí la presencia inesperada pero muy grata del expresidente del Real Madrid Castilla, Juan José Borrachero, que de algún modo se vieron anulados por la intimidación que producen las figuras baloncestísticas no solo por la abrumadora talla en centímetros sino por la sombra que proyecta su leyenda.

De tal modo que en un continuo sin transición notable, nos vimos rodeados por las personas asistentes que, libro en mano, solicitaban una dedicatoria que fuimos correspondiendo al ritmo que nos era permitido mientras se sucedían los saludos hacia quienes llevábamos tiempo sin hacerlo y un grupo de desconocidos que demostraron su interés en conocernos como autores de esta pequeña gesta literaria en el océano de las letras y en la historia que será quien finalmente dictamine su valor y repercusión.

Como colofón inmediato de lo aquí narrado, completo esta crónica con los enlaces a dos páginas que se hicieron eco de la presentación casi simultáneamente.

La de las Leyendas blancas:
https://leyendasbaloncestorealmadrid.es/noticias/629-presentacion-en-madrid-de-la-biografia-de-vicente-paniagua-una-apoteosis-breve-para-un-largo-recuerdo-escrita-por-justo-lopez-carreno

Y la de Adrián Vogel en su blog "El Mundano":
https://elmundano.wordpress.com/tag/justo-lopez-carreno/

Justo López Carreño

Abril de 2022

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